viernes, 9 de septiembre de 2016

EL "ESTADIO" DEL CRISTO (Página nº 3871)


Hubo una época en el que el fútbol daimieleño aficionado y no federado tenía muy difícil acceder al campo de "Nuestra Señora del Carmen" y las alternativas eran el propio Parque del Carmen, que yo llamé el "Lezama" daimieleño, y las eras que se encontraban diseminadas por el pueblo, como la de Machuca o la que había por el Alto. Incluso en los patios de grandes dimensiones como la casa de don Miguel Herreros, hoy parking de Mercadona, donde yo jugué algunos partidos memorables. Pero, sin duda, la mejor alternativa al campo de fútbol que era, entonces, de Educación y Descanso, lo constituía el arenal del Cristo de la Luz, ese campo inmenso existente en la Escuela Hogar y que era un hervidero de futbolistas en ciernes y otros ya talluditos en los fines de semana y las vacaciones, gracias también a la generosidad de los frailes que permitieron el acceso para que este "estadio", comparativamente con sus alternativas, y que fueron otra de las cunas futbolísticas de Daimiel en varias décadas y hasta que la Escuela Hogar dejó de funcionar. 

He elegido esta foto, de nuevo publicada en "Daimiel en el Recuerdo", y no otras más en las que se ven equipos formando antes o después de los partidos, porque creo que esta recoge mejor lo que era ese espacio deportivo y el espíritu de ese juego en el que valía la propia ropa de calle y una pelota de cualquier tipo, y porque se ajusta a como yo lo recordaba.

Hoy contamos con muchas más y mejores infraestructuras, deporte federado casi desde pre-benjamines, monitores, equipamientos de ropa y calzado bastante más adecuados, y eso es maravilloso. Muchos de aquella época nos hubiera gustado poder contar con todo lo que ahora existe, pero fuimos jugadores intuitivos, acostumbrados a dejarnos las rodillas en la tierra o las piedras, a machacarnos el calzado de calle pelando las punteras, a tratar de hacer fútbol con cualquier cosa a la que se le pudiera llamar balón, a manejarnos con porterías hechas con las piedras o nuestras carteras del colegio, y poder jugar en el Cristo era como tener ese estadio a nuestra disposición.

No es querer volver al pasado, el recordar cómo necesitábamos tan poco para creer que teníamos tanto.

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