jueves, 5 de noviembre de 2015

NO HAY VERDAD MÁS ABRUMADORA QUE LA MENTIRA (Página nº 3329)

En nuestra sociedad cuestionamos desde el primer segundo la verdad. "Será tu verdad", "es que depende del punto de vista", "la verdad no es siempre lo que parece", "eso es una verdad relativa", "no sé hasta que punto será verdad".

Seguramente porque es más fácil la mentira, incluso cuando tratamos de decir la verdad, de ser sinceros. Como la verdad nos desnuda ante los demás, para bien o para mal, nos hemos acostumbrado a adornarla, a disfrazarla, para protegernos, pero también para adularnos, atacar, presumir, para no hacer daño o consolar. Y cuando matizamos la verdad lo hacemos a través de pequeñas, quizá inocuas mentiras, pero mentiras al fin y al cabo.

Decía George Orwell que "en una época de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario" y la frase sigue siendo absolutamente vigente, porque nos guste o no es más rentable la mentira porque podemos adecuarla mejor a nuestros intereses, nos incomoda menos y traslada la duda a los demás. Por eso uno de los actos más difíciles es admitir la verdad cuando nos afecta o nos obliga.

Estos días vemos el bochornoso espectáculo de Rossi y Márquez, de los intereses empresariales de Dorna, Yamaha y Honda, del patético patriotismo de Rajoy y Renzzi y aún más de los medios informativos españoles e italianos, capaces de ignorar imágenes y envolverse en las mentiras, acogidas con entusiasmo por los fans de unos y otros. ¿De veras importa la verdad, alguno de los aludidos iba a ser capaz de ser sinceros al cien por cien? Es evidente que no.

Pero no me llevaba a la reflexión este lance sino la película que vi ayer, aprovechando la Fiesta del Cine: "La verdad", sobre el affaire "Rathergate", una estupenda historia donde la verdad va quedando diluida ante la mentira, donde lo importante termina por sucumbir y no dilucidarse porque ya todo queda perdido entre tanta trampa y mentira, entre tanto silencio (otra forma de mentira como es callar la verdad) y confusión intencionada.

No hay que irse muy lejos, cada escándalo político español sigue esas mismas pautas, pero se extiende a todos los campos. Combatimos la verdad con mentiras porque dicha verdad no se desea, no resulta cómoda o no conviene, y por eso es evidente que no hay verdad más abrumadora que la mentira, aunque entre tanta mentira aún conservemos la esperanza de encontrar un poco de verdad.


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