viernes, 23 de enero de 2015

LA "PUTA VIEJEZ" (Página nº 2918)

Esta expresión es de un amigo y ya tan popularizada que cuando surge alguna cuestión relativa a la edad y los achaques siempre hay alguien que la suelta como final de la discusión. La vejez, que no la "viejez", es algo que nos pasamos esquivando en la medida que más se nos acerca pero que sabemos, no queda otra, ir asimilando en función de que la mente es, al menos, lo más ágil que nos va quedando. La "puta viejez" es la que se empeña en cargar ese tránsito de pequeños obstáculos que nos hacen ver el futuro con menos simpatía.

La vida es eso, nos encamina a un espacio de mayor madurez personal robándonos la cartera de las facultades físicas que necesitaríamos para sacarle más disfrute a esa cualidad. Estoy seguro de que no nos costaría tanto envejecer si el cuerpo no se empeñara en boicotearnos cada dos por tres. Y es que lo verdaderamente complicado es poner en equilibrio lo que queremos con lo que podemos.

Esto me recuerda lo que en tono de humor también dice mi amigo, esa frase que se pone en boca de un jubilado y que hace un ruego divino:

"Dios mío, ya que me has quitado las fuerzas... también podías quitarme las ganas".

Claro, el sentido no es exactamente el que yo quiero darle pues aún no es esa una de mis preocupaciones, pero hoy me preguntaban mis alumnos si, como tradicionalmente, jugaríamos un partido los profesores contra los alumnos, y yo, la verdad, entendí hace un par de años que mi cabeza y mis piernas ya iban a distinta velocidad y que ese desfase me había llevado no a completar la bicicleta que había intentado sino que me había llevado directamente al suelo incapaces los "remos" de secundar la jugada perfecta concebida mentalmente.

Sí, desde entonces fui observando que algunas cosas iba dejando de hacerlas, que aunque todavía estoy ágil las iba descartando, quizá sin darme cuenta de ir sucumbiendo a la "puta viejez" y no a la natural vejez, permitiendo tal vez caer en la dejación de pelear contra esa cabrona en vez de combatirla hasta que la verdadera vejez se fuera apoderando de mí como de cualquier persona con el discreto paso de los años.

No estoy viejo, solo que cada vez me queda más cerca el momento de entregarme a ella, y me doy cuenta de que no basta con estar rápido de mente y fuerte de ideas sino que hay que seguir peleando en el terreno físico para no ceder terreno y que cuando la vejez nos arrope no tengamos la duda de haber perdido ante "la puta viejez", que esa sí es devastadora.

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