sábado, 15 de febrero de 2014

SE COTIZA LA VERDAD...POR ESCASA (Página nº 2375)

Empieza a ser un bien tan escaso que su valor aumenta a pasos agigantados y si no cotiza ya en Bolsa es porque la Bolsa es quizá un monumento a la mentira, la impostura, la especulación y la trampa.

Ya es muy difícil creer a los políticos porque nos han acostumbrado a sus medias verdades y a sus habituales mentiras, e incluso cuando son pillados en manifiesta contradicción entre lo que dicen y lo que los datos, las imágenes o las pruebas demuestran, aún persisten en declarar que no hay tal discordancia

Pero lo peor es que, habituados a la mentira, hasta los ciudadanos nos vamos contagiando de esa forma de negar lo evidente, ocultar la realidad, parapetarnos en la impostura y negarnos a reconocer la evidencia. Nos hemos encastillado frente a los demás, puestos a la defensiva hasta el punto de que la mentira ya es recurso habitual, y difícilmente encontraremos, cada vez menos, gente capaz de admitir algo abiertamente y asumir su propia responsabilidad sin tratar de buscar gateras de huida, flancos por donde escapar.

Ya nada valida dar la palabra porque ésta ha dejado de ser moneda de curso, y se ha instalado en las gentes la desconfianza, la suspicacia, la aprensión y el recelo. No hay crédito para la franqueza, para la certidumbre, y reaccionamos a la defensiva, callando, mintiendo, tergiversando, con el único fin de eludir, zafarse, escurrir el bulto de la responsabilidad que nos corresponde.

Veo la prensa, la televisión, y es todo una gran mentira condicionada por los intereses empresariales, políticos, económicos. Dan auténtica vergüenza porque persiguen objetivos más espurios que los de informar y, es evidente, no solo no lo reconocen sino que enarbolan la bandera de la objetividad y la independencia.

Nos mienten los bancos, las empresas, los servicios públicos, pero aún peor, se han introducido en la mentira los órganos reguladores, las fuerzas del orden, la agencia tributaria, los tribunales superiores, el Gobierno de España, los gobiernos autonómicos, la Casa Real, y en el colmo hasta nos mentimos a nosotros mismos, y la verdad comienza a ser un bien a proteger antes de que desaparezca.

Posiblemente esta desafección a la verdad sea lo peor de esta sociedad nuestra que, además de recrearse en la mentira, la prefiere.

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