domingo, 4 de agosto de 2013

PLATA VALIOSA (Página nº 2047)

Ahora que los divorcios y separaciones ganan en número a los enlaces uno se alegra al ser invitado a celebrar las bodas de plata de unos amigos, incluso cuando en el momento de aquella boda apenas nos conociésemos solo de vista. Pero la vida tiene estos regalos, personas que hace un cuarto de siglo eran poco menos que nada en nuestras vidas llegan a volverse imprescindibles, gente con la que no entenderías tu vida actual y a las que ya te vinculas demasiados lugares comunes.

No he ido a muchas Bodas de Plata. Que recuerde, la de mis padres y la de mis tíos Luis y Carmen. También unas Bodas de Oro, las de mis suegros. Y de todas ellas guardo lo grato de aquel día. Pero ésta, sin embargo, es la primera de unos amigos y he de decir que tiene lo entrañable, además, de entender ese paralelismo con la propia experiencia personal que también se va aproximando a esas cifras y que, por ello, suma otro tipo de emociones y sentimientos para revalorizarla.

Veinticinco años son muchos, muchos años, plata valiosa que determina un trayecto sólido, una aventura sentimental consolidada y un proyecto de vida pleno de matices, recuerdos, vicisitudes, todos ellos valiosos y que conforman esa memoria dulce que permite seguir adelante. Y es cierto que cuando uno se casa, al menos en esa época en la que fuimos tomando esa decisión, uno lo hacía para siempre, pero la vida, a veces, se empeña en demasiados obstáculos para alcanzar puestos como éste. Ellos, sin embargo, en esa travesía, han sido capaces de llenar sus vidas mutuamente, de establecer esa química necesaria para hacer mucho más fuerte su vínculo, y además han sabido hacernos sentir, a esas personas que de una manera u otra nos sentimos cercanas a ellas, como parte de su camino común.

Ayer, la verdad, supieron regalarnos una jornada excepcional, aunque lo era sobre todo para ellos y sus hijos. Fueron capaces de hacernos sentir partícipes de sus alegrías y sus celebración, de involucrarnos en ese día tan especial y que no olvidaremos quienes estuvimos allí. Son gente buena, muy buena gente, generosa, afectiva, sensata, personas que te hacen ser mejor a su lado y que, como decía al principio, ya son parte importante de nuestras propias vidas.

Quizá lo de menos sean las cifras. La vida pasa por nosotros de muchas maneras y por ellos ha ido transcurriendo haciéndoles mucho mejores de lo que ya eran, enriqueciéndoles y, al cabo, dándonos la oportunidad del propio enriquecimiento personal. Y aunque les dediqué unos sonetillos humorísticos hoy quiero brindarles estas sinceras, y públicas, palabras porque bien las merecen.

Un beso.

1 comentario:

  1. Me alegro por ellos y por las gentes que les rodean.
    El otro dia hablan con mis hijos me dí cuenta de que cada vez mas chavales desean que sus padres esten juntos, la vida es así.
    Creo que las parejas que aún estamos unidos como el primer día somos los raros.

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