lunes, 20 de mayo de 2013

OPOSICIONES A DIOS (Página nº 1893)

Aviso: Es un texto humorístico. No seguir leyendo si existe propensión a tomárselo en serio.


"En una ocasión me presenté a las oposiciones a dios. Me catearon. Se ve que no daba el perfil y algún miembro del tribunal me calificó de demasiado radical. Posiblemente tuvieran razón y se perdió, al suspenderme, un mal dios, aunque debo confesar que trabajé mucho previamente y creí desarrollar el supuesto de manera atractiva y eficaz.

En el trabajo escrito, cinco horas por delante para desarrollarlo, quedé bastante satisfecho. Buena redacción, esquema claro, ideas precisas, y hasta me sobraron unos minutos que disfruté repasando el texto final. Sin embargo, en la exposición pública ya vi los gestos torcidos y de desaprobación, la falta de sintonía del tribunal con mis ideas que poco a poco me llevaron a comprender que la plaza sería para otro.

¿Qué hice mal? Partía de la premisa de un error observado y yo presentaba, en buena lógica, una alternativa más eficiente. Crear sería mucho más fácil que destruir. Por ejemplo, en unas horas se podría hacer que un erial se convirtiera en un bosque denso y sin embargo al incendiarse se necesitarían años de arder lentamente, de modo que siempre daría tiempo a sofocar el incendio sin apenas pérdida de masa forestal. Debo decir que aquí más que el rechazo se produjo un desconcierto quizá influido por la sorpresa, y que hasta algún miembro llegó a sopesar mi propuesta con cierto detenimiento.

Lo peor vino después. Admito que perfilarme como dios castigador no estaba demasiado de moda en estos tiempos y descolgarme con ese ojo por ojo divino sepultó todas mis opciones. Pero pensé, sinceramente, que era el modo de arreglar los grandes problemas aunque el método pareciese demasiado radical.

Resulta que expuse que cualquiera que intentase matar a otra persona muriera antes de un infarto, que quien fuese a cometer un robo perdiese la mano justo antes, que quienes elaborasen una forma de estafar a otros ciudadanos quedaran atrapados en su propia estafa para siempre. Me contestaron que como método disuasorio lo creían abusivo, impropio de un dios, aunque dudo de que los beneficiarios de esta medida (asesinados, robados o estafados) pensasen lo mismo. Y cuando plantee que quienes fabricaran armas fueran víctimas de algún accidente laboral se pudo escuchar un murmullo indignado no solo entre los miembros del tribunal sino entre los que estaban en la sala siguiendo esa prueba oral pública.

Reconozco que la situación se suavizó cuando bajé a detalles menores. Como cuando dije que los políticos corruptos se volvieran mudos al jurar sus cargos y no pudieran tomar nunca posesión de ellos. Incluso desperté alguna sonrisa cómplice cuando dije que para quienes no recogieran las cacas de sus perros les había guardado un resbalón sobre esa misma mierda ignorada, o que para quienes tiraban basura en la calle les reservaba una lluvia de residuos orgánicos sobre sus propias cabezas que necesariamente se verían obligados a recoger.

Sin embargo todo se hizo negro, hasta el punto de mandarme callar y hacer pasar al siguiente opositor cuando me negué a juicios finales. No comprendieron que con mi sistema ya no sería necesaria esa evaluación final porque todos aquellos pecadores llevarían de inmediato la penitencia y no les iba a quedar ganas algunas de reincidir. Me fui de allí desanimado, incomprendido, desando poner tierra de por medio. Ni siquiera supe que dios aprobó la oposición y si era más o menos benevolente. Total la responsabilidad desde ese momento era suya y nada pintaba yo tras mi fracaso"

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