lunes, 15 de abril de 2013

SONETILLO APESADUMBRADO O CUANDO LAS TABLAS DE DAIMIEL NO SON UN MERENDERO (Página nº 1808)

Partamos de la base de que no todos son así ni se comportan igual pero son varias las personas que me comentan cosas que les ha sorprendido al acercarse estos días al Parque nacional de Las Tablas de Daimiel. Yo mismo, que estuve el domingo en la zona de Molemocho y viendo el pampaneo preferí dejar el resto para una tarde entre semana, soy consciente de que demasiada gente no sabe comportarse en estos lugares, se pasan las normas por el arco del triunfo y acuden allí mostrando poco respeto por el espacio donde están. A mí también me han contado lo del mini-botellón, el lanzamiento de envases y bolsas al agua o al interior de la barca allí fondeada, las carreras, los gritos, el rastro de pipas y todo aquello que convierte la masificación en marabunta humana.

Hace unos años escuché a una persona quejarse de que allí no se veían bichos. Iba en un grupo amplio, ruidoso, pero no mucho más que otros igualmente atraídos por un año lluvioso que había salvado la combustión de turbas y mantenía inundado todo el humedal. Era fácil decirle que con aquellas condiciones los bichos hacían muy bien en no aparecer porque habían alterado cualquier condición mínima para favorecer su presencia. Aquel día, viernes santo, también se vieron bolsas de gusanitos y patatas fritas sobre el agua, alguna botella de plástico encallada entre los carrizos y la ausencia del verdadero ruido de Las Tablas que no otro que un silencio solo interrumpido por los sonidos de la avifauna del lugar.

Es bueno que la gente se acerque, las visite, se vaya enamorando de este paisaje singular que les anime a volver en otros momentos tan inolvidables como ese otoño-invierno de grullas que tanto me atrae a mí. Pero se consigue todo lo contrario cuando te sumerges en esa feria ruidosa, multitudinaria, en la que ves gente comer, fumar, ir con el perro, ignorando que hay unas normas que cumplir y que el impacto de todo ello lo paga el parque y obliga a los animales a escapar hacía zonas mucho más tranquilas.

Me cuenta un amigo que le llamó la atención la presencia de tres personas de edad, extranjeros, con su despliegue de aparatos y guías admirados en la observación de un carnicero sedentario (alcaudón real), ave que para la mayoría de los visitantes suele parecer insignificante y un pájaro más. Para ellos bien podía justificar por sí sola la visita, seguramente, pero no dudo de que debió llamarles la atención todo lo que sucedía a su alrededor, ese despliegue de voces, ruido, comida, molestias, que no pueden ni deben encajar con un visitante respetuoso por el ecosistema al que se acercan. A pocos metros de ellos, me cuenta, un microbotellón espontáneo, fuera de lugar, otra prueba más de falta de civismo y saber estar, de esa falta de educación que suele retratarnos en cuanto nos dejan margen y que ofrece una imagen deleznable que debería avergonzarnos.

Como decía un comentario posiblemente los de la zona somos los que menos valoramos y cuidamos lo que de verdad tenemos de valor, los menos concienciados y los que más contribuimos a su deterioro. No es para enorgullecerse, precisamente.

Por cierto, no pretendía hacer un sonetillo pero ha ido saliendo sobre la marcha y ya no ha quedado otra que incluirlo aquí porque Las Tablas no son un merendero, ni un parque temático, ni un lugar de reunión, como parecen creer, equivocadamente, algunos. Y cada vez me convenzo más de que hace falta el deseado Plan de Uso y Gestión que ponga un poco de sentido común y límite a ese disparate cuando las nubes escurren y el parque se inunda. 

Aquí lo dejo:

A las Tablas de Daimiel
acude ya mucha gente,
tanta que no hay quien la cuente,
del abuelo al churumbel,

pero todo ese plantel
no se muestra diligente
en cuidar el medio ambiente
y falta sólo el mantel

pues comen, manchan, trituran,
vocean y se apresuran
en hacerlo un merendero

y no parece normal
que este parque nacional
hoy parezca un vertedero.

*

4 comentarios:

  1. Tanto me molestó y hasta me indignó el ambiente que se respiraba que no pude menos que hacer unas cuantas fotos sobre la marcha, sobre todo de las dos papeleras de la entrada y luego para rematar el incívico comportamiento de la gente :vergonzoso

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  2. yo también me di cuenta de esas papeleras rebosadas y ya con mucha basura (sobre todo botellas de plástico) a los pies que daban una imagen bastante mala nada más llegar. Somos guarros, porque desde luego tendrían que haber previsto un par de contenedores en los alrededores del centro de recepción, o un servicio de recogida y limpieza, pero también no nos cuesta nada si vemos que están las papeleras llenas, llevarnos nuestros desperdicios en el coche hasta un contenedor en nuestro pueblo o ciudad y no dejarlas ir acumulándose allí.

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  3. La verdad que es vergonzoso!

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  4. Nunca he ido y estoy deseando verlas. Me da mucha pena que la gente no aprecie ese lugar y mucho más que lo llene de porquería. ¿No hay vigilancia ni sentido común?

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