sábado, 8 de diciembre de 2012

POR ENCIMA DE LOS GRANDES PROBLEMAS ESTÁN LOS MÁS PEQUEÑOS PERO... (Página nº 1490)

Puede que nos importen mucho los datos macroeconómicos, los titulares grandilocuentes, las encuestas publicadas, las declaraciones catastrofistas o esperanzadoras, pero los verdaderos problemas terminan siendo individuales y acertada o equivocadamente lo que suscita importancia, lo que ocupa las preocupaciones de las personas son, desde luego, los que afectan a cada uno o a su gente cercana.

Puede que se necesite una amplitud de miras, que convenga relativizar las cosas contextualizando los problemas, incluso que se imponga esa visión global sobre los hechos particulares, pero no nos engañemos, la mayoría de gente concibe la realidad en función de cómo les afecte personalmente y desdeñarán todos los afanes políticos, económicos, informativos, por presentar otra realidad si no les casa con su situación.

Así el paro es un problema para quienes están parados o creen que lo estarán en breve, pero no para quienes no corren ese riesgo o pueden ser generadores de empleo. La sanidad constituirá un grave motivo de preocupación entre quienes se ven inmersos en listas de esperas inasumibles, tratamientos no recibidos, y la privatización o no de los centros sanitarios públicos sólo serán valorados en función del servicio que reciba personalmente. La economía se agravará al hilo de la situación individual o no parecerá tan alarmante si se afronta desde la menor precariedad.

Tiene su lógica, al fin y al cabo hay un condicionante egoísta que sobrevuela y casi siempre se impone a nuestro ser social. Pero siendo lógico, pues al final lo acuciante es lo inmediato y propio, igual que el dolor de muelas es intransferible por más que quieran sentirlo los demás, lo cierto es que se convierte en la principal rémora para cambiar, para mejorar las cosas, porque sólo desde un concepto de generosidad, de colaboración entre todos, de participación por unos objetivos comunes, se han ido consiguiendo los cambios que nos han hecho progresar en todos los aspectos. No es el dolor, el problema propio, sino la suma de esos dolores y problemas lo que se erige como dinamo real para canalizar vías de cambio con las que mejorar, es justo la parte de nosotros que logra desvestir ese egoísmo paralizador lo que ha dado la fuerza a la sociedad para promover otra realidad que, eso sí, ha de servir para solucionar a posteriori las situaciones personales y los problemas particulares.

Si perdemos ese concepto real de sociedad, si dejamos imponerse la percepción ombliguera y egoísta que sólo busca resolver lo propio enajenando esa energía al colectivo, el progreso, bien entendido, será una quimera.


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