viernes, 2 de noviembre de 2012

ROBO EN DIRECTO... O CASI (Página nº 1398)

O en diferido, porque en realidad el hecho debió pasar un poco antes y de lo que fuimos testigos fue del estupor, los nervios, la inquietud, la tristeza y la indignación de los dueños de la casa cuando, volviendo a ella, se encontraron la puerta abierta y la cerradura forzada.

Si digo la verdad no sé si hubo robo porque no estuve el tiempo de saberlo y sólo fui protagonista invitado del suceso. Y es que apenas un minuto antes habíamos cruzado unas breves palabras junto al Olivo Milenario a cuenta de los gruñidos de los gatos que entre sus troncos se refugian. Después el matrimonio siguió su camino a casa y nosotros, a paso algo más tranquilo, también.

Después oímos un !oiga, oiga! nervioso a nuestras espaldas y la misma mujer nos preguntaba si teníamos un teléfono móvil a mano y si teníamos el número de la policía para llamarles pues se habían encontrado que su puerta de doble hoja había sido forzada. La verdad es que no sé el número de la policía pero en nuestra ayuda tres personas que pasan en ese momento aconsejaron llamar al 112, lo que hice.

No había duda, no sólo habían desmontado con destornillador la reja que protegía el pequeño cristal de la hoja más estrecha y levantado desde allí los pasadores sino que la cerradura estaba doblada tras el empujón. ¿Desde cuando? Ellos habían salido un par de horas antes y siendo la calle tan céntrica, paso obligado de todos los coches que llegando a San Pedro se vienen hacia la esquina del DIA, lugar de paso frecuente de vehículos y, claro, transeúntes, poco propicio para no llamar la atención.

Desde luego puedo imaginar esa sensación que debe sentirse al comprobar que alguien ha forzado la entrada de tu casa porque la mujer, muy nerviosa, no acertaba con su propio teléfono. Y aunque mientras esperábamos a la patrulla de la Guardia Civil iba calmándose la inquietud de lo que se pudiera haber sustraído, la sensación de profanación de su hogar y la clara muestra de que una puerta apenas es obstáculo para estos delincuentes la mantenía en tensión.

Lo cierto es que cuando ya llegó alguno de los hijos decidimos marcharnos pues ya poco podíamos hacer, siendo cerca de la una de la madrugada para entonces. La sensación es que, de alguna forma, alguien debía haberse percatado de su ausencia de la casa o esperar a su marcha, porque desatornillar la reja, forzar el cristal y violentar la puerta no lleva un segundo ni se hace si se cree que hay gente dentro, creo yo.

Cuando pasé una hora más tarde me dijeron que ya había estado la Guardia Civil, pero ellos seguían allí, acompañados por otros hijos, intentando solucionar, al menos para esa noche, el tema de la cerradura para, al menos, poder descansar tranquilos el resto de la noche.

Puede que las estadísticas de actos delictivos bajen, como desde años se empeñan en anunciar, pero la sensación de inseguridad, de que no es así, se transmite de boca en boca contando numerosos incidentes de robos, timos, que aquí, como en todos sitios, se producen.

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