Y SE ACABÓ LA FERIA (Página nº 1265)

Igual que tras los fuegos artificiales y la tranca suele quedar la oscuridad y el silencio tras el fulgor de la feria queda la realidad y esa, es cierto, no pinta demasiado bien. Y no lo hace porque las noticias escuchadas, las medidas tomadas y la incertidumbre de un horizonte real para la recuperación sólo traen la preocupación y el pesimismo. No tocamos fondo, a nivel colectivo, que a nivel individual muchos ya lo han alcanzado, y ese vértigo real de no hallar algo firme bajo nuestros pies alimenta el miedo que, no demasiado tarde, derivará en pánico.

Ni siquiera nos creemos los augurios políticos, engañados por brotes verdes y demás zarandajas, ni las proclamas futuras que hablan de no tocar pensiones o no contemplar subidas del IRPF o el IVA para 2013, porque ya nos dijeron antes cosas parecidas que no se cumplieron. Y eso que hace apenas cuatro años nos prometieron al pleno empleo y otros han necesitado ocho meses para incumplir casi todo su programa también.

El tiempo pasa y los que creían razonable, en su momento, aquello de que 2011 o 2012 serían los años de inicio de la recuperación ya son incapaces de confiar cuando oyen los mismos augurios para 2015 o 2016, básicamente porque uno se resiste a ser engañado con tanta reiteración.

Y no es cuestión de ofrecer confianza, no, porque ésta se ha de sustentar no sólo en gestos sino en evidencias, y es evidente que a todos les gustaría tener en lo que agarrarse ya que, en el fondo, desean poder hacerlo. Pero el futuro no les ofrece, de momento, nada que que resulte alentador y el 
animo se desploma.

Nunca, que recuerde, había visto tanta tristeza, y hasta la feria, ese mínimo espacio de seis días donde parecía olvidarse el ahogo de estas circunstancias, también se ha resentido. Pero ahora se apagan las luces, se acortan los días, y la incertidumbre acobarda, desalienta, amilana, justo cuando más necesitamos creer que saldremos adelante. Y eso es justamente lo peor, no tener argumentos para sentirnos convencidos.

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