DEL HIJOPUTISMO CONVERTIDO EN PANDEMIA (Página nº 1219)

A principios de este año acuñé en un par de entradas este término del hijoputismo, referido en ambos casos al local y vinculado a un vandalismo asentado, endémico, en nuestra ciudad, aunque no sea muy diferente del resto de lugares. lo que ocurre es que, en general, de otros vandalismos urbanos casi nunca nos enteramos y eso hace que el hijoputismo propio se confiera de una trascendencia mayor.

Pero el hijoputismo ya se ha convertido en pandemia y este año está teniendo especial incidencia en los incendios forestales, muchos de los cuales están afectando a zonas de especial protección como son los parques nacionales (Garajonay, Doñana, ayer mismo Cabañeros) o parques naturales, y con un porcentaje altísimo de fuegos provocados voluntariamente o por negligencias humanas, categorías facilmente encajables en el hijoputismo patrio.

Ya en abril se alarmaba sobre el número de incendios producidos en esos primeros cuatro meses del año, coincidentes con el invierno y el inicio primaveral y existía la preocupación de que debido a la sequedad de los suelos, la falta de lluvias y el descenso de inversión en los trabajos forestales de limpieza y vigilancia se pudiera llegar a unas cifras record, teniendo en cuenta que la media anual es de unos 21.000 incendios y cerca de 150.000 hectáreas quemadas. Y las cifras han ido confirmando que, efectivamente, es lo que está ocurriendo.

Es cierto que al confluir elementos como la sequía o la reducción de los trabajos invernales de las patrullas forestales decididos administrativamente por la situación económica esta bomba de relojería no nos puede sorprender, pero sólo entender esto sin el detonante del pandémico hijoputismo que nos asola sería engañarse, y las pandemias requieren de decisiones firmes, de acciones contundentes, de planes de choque, antes de que nos consuman a todos en la impotencia o se nos contagie ese mal de la impunidad.