domingo, 22 de abril de 2012

EL INSOPORTABLE USO POLÍTICO DE LOS INDULTOS (Página nº 947)


Los indultos son, ante todo, la demostración explícita de que el sistema judicial no funciona y, peor, de que el poder político se entromete e interviene otorgando favores que son innecesarios. Porque cada año se dan decenas o centenas de indultos a la total discreccionalidad de los gobernantes y aunque sólo trascienden los más escandalosos, aquellos que afectan a personas conocidas, se demuestra que no existe criterio objetivo que los justifique y sí una mera instrumentalización de esa prerrogativa que concede como medida de gracia la extinción de la responsabilidad penal contraída.


Si la justicia funcionara las sentencias serían justas y por tanto obligadas a ser cumplidas, y teniendo como se tienen instrumentos como las redenciones de pena, la concesión de grados que permiten cambiar el régimen penitenciario, etc... no cabría medidas correctoras como ese indulto muchas veces caprichoso e injustificable. Y si existe el error judicial, y en los indultos no suele ser el caso pues tenemos un sistema jurídico supergarantista, existen mecanismos también para suspender sentencias o revocarlas.


Pero no, los políticos siempre hacen uso de esta prerrogativa (indultos totales o parciales) y lo mismo se lo dan al banquero Alfredo Sáenz que al expresidente cántabro Hormaechea, que al periodista José María García o al exministro Barrionuevo, ocomo ahora, a los  comandantes sanitarios José Ramón Ramírez García y Miguel Sáez García, que fueron condenados a 18 años de prisión y un año de inhabilitación especial por falsear las identidades de 30 de los 62 militares muertos en Turquía y que formaron parte de un escándalo mayúsculo durante el gobierno de Aznar.  


El insoportable uso/abuso político de los indultos, insisto, es otro más de los síntomas de esta enfermedad que arrastra la partitocracia y que reparte beneficiarios gobierne quien gobierne sin más criterio que el capricho y el oportunismo político que pueda, a veces, motivarlo. Y es, por tanto, como digo, un fracaso más del sistema.

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