IGUALES Y NO TAN IGUALES (Página nº 482)

La verdad es que no sé hasta qué punto está implicado Urdangarín, el yerno del Rey, en esos pasteleos de facturas falsas, negocios poco claros y dinero a raudales por trabajos discutibles que andan aireando ahora los periódicos pero, desde luego, hay cosas que llaman mucho la atención, como el afán de la Fiscalía planteándose que, en caso de tener que declarar, lo haga por escrito y no comparezca en el juzgado, o tratando de mantenerle al margen de procesamientos, sólo por su condición de miembro de la Casa Real, como si se tratara de un tarambana ornamental en su propia empresa, pillada en actividades y asuntos cuando menos escandalosos.

No es que aspire yo a una democracia real donde todos los ciudadanos sean tratados por igual de facto, que la nuestra ya ha dado muestras suficientes de que sigue haciendo clara distinción de clases y como decía un asiduo del Diario Improbable, abogado él, "todos somos iguales ante la ley pero unos son más iguales que otros". Y en este ámbito, el de la realidad, me molesta que llegado el caso y si Urdangarín resultase responsable, se valore esa condición de familiar real cuando, precisamente, son sus trabajos "plebeyos", aunque al calor de su pertenencia familiar, los que lo habrían puesto en esa tesitura del procesamiento. Y digo yo que si vale para cobrar dinero público, emitir facturas falsas y defraudar a Hacienda, en caso de que lo haya hecho, también debe valer, como cualquier ciudadano, para dar la cara por sus acciones y apechugar con sus responsabilidades.

Hablan de que quieren evitarle "la pena del telediario" pero viendo cómo la Fiscalía se esfuerza en mantenerlo fuera de esto si terminara por procesarlo, y eso significaría que muy claras serían las pruebas, un telediario o dos no serían una pena sino una demostración de normalidad, que en el fondo es lo que la sociedad reclama para la democracia.

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