viernes, 19 de agosto de 2011

GASTOS ABSURDOS (Página nº 173)



Vengo de acompañar a mi madre al Centro de Especialidades para acudir a una consulta y, como siempre que acudo allí, me encuentro con una serie de luces que permanecen siempre encendidas en las zonas de espera, sea la hora que sea y a pesar de que muchas zonas gozan de una luminosidad excelente por la profusión de cristaleras que dan a patios de luces o a la calle.

Es más, la luz que aportan esos plafones sobre las puertas de las consultas no mejoran en nada la luminosidad de esos espacios en días como estos de verano y a lo largo de buena parte de la jornada de atención a los usuarios y es poco entendible, por tanto, que se mantengan encendidos durante todo el horario.

Puedo entender, y me cuesta, que en un local privado se mantengan encendidas luces innecesarias, puesto que es su propietario quien debe pagar la factura, pero desde luego en todos esos espacios públicos habría que exigir mayor celo en el consumo de luces, aires acondicionados, calefacciones y otros aspectos que evitaran un malgasto bastante ligado a la falta de rigor, a la carencia de responsabilidad sobre lo que es de todos y a la no existencia de una mentalidad sensible a la sostenibilidad y el consumo responsable y que, tanto ahora en periodo de crisis como en tiempo de abundancia, suman cantidades astrónomicas inasumibles y que pudieran ser empleadas en cosas bastante más necesarias.

En ese centro son, no sé, doscientos tubos fluorescentes que implican gasto energético, reducir la vida útil de esas luminarias, reposiciones más frecuentes, que multiplicado por los miles de centros públicos con semejante política convierten el problema en algo más que mi cabreo personal y se traduce en decenas, centenares de millones de euros tirados malamente a la basura.

¡¡¡Apaguen esas luces!!!

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