miércoles, 6 de julio de 2011

LOS NOVECIENTOS (Página nº 34)






De la noticia sobre la rueda de prensa dada por la portavoz del Equipo de Gobierno Municipal, en la que de nuevo estamos con "ver quien la tiene más larga" en el tema de sueldos, del que ya hablé aquí mismo hace unos días, me ha llamado la atención el tema de los 900 mensajes a móviles enviados por la concejal de Juventud y Nuevas Tecnologías entre el 16 de abril y el 17 de mayo pasado con esa repetidora de última generación que es la BlackBerry costeada por las arcas municipales, a la nada desdeñable media de 30 por día, incluidos fines de semana y festivos, y he de suponer con intención y contenido referido a sus responsabilidades como concejala.

También, ¡oh, maravilla!, los 466 euros de factura telefónica de ella misma coincidentes con los once días de junio, perdidas ya las elecciones, que mantuvo el aparatito de marras. Eso sí que es actividad frenética para remate de legislatura.

Las cifras, claro, las hemos de fiar a las declaraciones de la portavoz, pero, cuando menos, llaman mucho la atención y harían necesario conocer algo más del detalle y, supongo, una explicación por parte de la aludida para entender las muchas "perras", como diría Galo, invertidas o dilapidadas, según se vea, por la edil Ana Marchán.

Y es que este tema de los teléfonos oficiales, fijos o móviles, suelen causar estragos en muchas cuentas públicas porque proliferan en demasía, se reparten alegremente y siempre cabe una duda razonable sobre los usos dados. Y es que recuerdo que cuando entré como Jefe de Estudios en un colegio, 1995, una de las primeras medidas del equipo directivo del que formaba parte fue colocar un contador al teléfono oficial y ubicarlo en dirección para hacer un seguimiento del uso, preocupados por facturas bimensuales siempre en la horquilla de 28.000 y 30.000 pesetas entonces. Curiosamente las siguientes arrojaron cantidades de entre 14.000 y 16.000 pesetas, de las cuales las consignadas como privadas y cobradas a quienes las realizaban suponían entre 6.000 y 7.000 pesetas, lo que significaba reducir la factura real a 8.000 o 10.000 pesetas para el centro. ¡Sorprendente!, porque antes todos decían llamar oficialmente y, estableciendo un control elemental, el ahorro era apabullante.

En el Ayuntamiento de Daimiel, me cuentan, circulaban varias decenas de móviles oficiales, entre cargos políticos y personal de la administración, y algunos, según parece, echaban humo. Sólo hay que sumar para que, tacita a tacita, la cifra sumara ceros , y lo que habría que analizar es si esa cantidad era imprescindible, asumible y conveniente, y me da en la nariz que posiblemente no.


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